domingo, 4 de agosto de 2013

¿Literatura infantil? ¿Literatura para niños? Literatura para mí. parte 2

Cuando estaba en quinto básico más o menos, tal vez sexto, me iba en furgón al colegio. Como el viaje era largo, yo aprovechaba de leer, así que los demás de mis compañeritos de viaje me llamaban despectivamente "la estudiosa". Mis papás y algunos profesores me sugirieron que no me quedara en ese colegio en mi comuna, sino que me cambiara a un emblemático. Así lo hice.
Pasé de tener una profesora de lenguaje risueña, con la que conversaba todas las clases (porque siempre terminaba antes las tareas), la que nos pedía leer un libro al mes... a un profesor lo suficientemente viejo como para deber haber jubilado hace varios años, que le encantaba escucharse hablar sobre diversos temas que nada o poco tenían que ver con su asignatura. Lo que más me llamó la atención es que ahora eran solo dos libros ¡por semestre! Me pareció extraño, aunque lamentablemente terminaron siendo casi los únicos cuatro libros que leía en el año. Ya no estaba en el colegio en el cual yo sobresalía al punto de que mis profesores no hallaban qué hacer conmigo. Ahora era una del montón, no tenía tanto tiempo libre y debía soportar el cambio de lugar, compañeros y la hora y media de viaje (no había metro aún).
Respecto al tema que me interesa, los libros que "había que leer", fue un cambio brusco. Antes, tenía mis libros de autores chilenos, libros relativamente cortos, entretenidos y eran evaluados de manera lúdica (a veces teníamos pruebas de desarrollo, pero estas siempre incluían una pregunta en la que debíamos dar nuestra opinión del libro, por ejemplo). En cambio, me enfrenté a libros como (los recuerdo muy bien):
Séptimo: Veinte mil leguas de viaje submarino, Juan Salvador Gaviota, La cazadora de Indiana Jones e Historia de la gaviota y del gato que le enseñó a volar.
Los odié todos. El primero me pareció extremadamente soporífero, el segundo me pareció estúpido, el tercero era fácil de leer pero no de buena calidad literaria. El último me gustó un poco, aunque me pareció demasiado infantil en comparación a los otros libros que leíamos.
Octavo: Anna Frank, Golondrina de invierno, Mi planta de naranja lima y El llamado de la selva.
Los odié todos. Recuerdo que rayé y mutilé al pobre libro de Anna Frank y Mi Planta me pareció muy aburrido y un tanto perturbador, pero nunca compartí la tristeza y admiración que mis compañeras tenían por él. Los otros no sé si los leí, ya que no recuerdo nada de ellos.
Todas las evaluaciones eran de alternativas o verdadero y falso. Sin darme cuenta, me convertí en una estudiante que ya no leía dos o más veces los libros antes de la prueba, sino que leía con desgano el día anterior a esta. Si bien leí por mi cuenta libros como Trece casos misteriosos y el nuevo Harry Potter, dejé de disfrutar la lectura escolar.
¿Qué cambió? No fueron las evaluaciones. Estas venían después de las pruebas, si bien orientaban la lectura sobre lo que iban a preguntar (¿cuántos hermanos tenía el protagonista? ¿tres, cinco, siete o ninguno?), lo que me afectó fue el brusco cambio de tipos de libros que leía. Los que leí en básica estaban, en su mayoría, pensados para niños. Estos nuevos libros no. Al entrar a este nuevo liceo, por solo pasar de sexto a séptimo, dejé de ser un lector infantil a ser un lector joven, y como tal, me impusieron textos más complejos. Empero, ¿complejo es sinónimo de aburrido? Golodrina de invierno fue una verdadera tortura para mí, no creo que su autor haya tenido en mente torturar jóvenes cuando lo escribió. Debo suponer que llegó a mí descontextualizado. A pesar de tener seis profesores de lenguaje distintos desde séptimo a cuarto medio, fueron pocas las veces en las que el profesor o profesora nos hablaba sobre el texto. Era solo un título y una fecha. 
Me tomó algún tiempo comenzar a leer libros "para grandes". Mi mente seguía en los libros de las colección "mayores de 12 años". Quería seguir leyendo libros de esos autores que leía de chica. No comprendía porqué tenía que leer a la insoportable de Anna Frank o La Odisea. Nadie se tomó un tiempo para contarnos que leíamos ya no por placer, sino porque debíamos conocer a los clásicos. Porque mi colegio se había quedado en el pasado, y las veces que intentó darnos a leer un libro más ligero resultaba ser un texto de dudosa calidad. Creo que ahí radicó la diferencia principal entre el placer y el deber. Se habían separado y no veía cómo se iban a unir. Mi venganza personal no fue odiar el sistema y no volver jamás, sino hacer lo contrario. Buscar hacer lo posible para que la lectura no sea una actividad tan molesta que solo se realice la noche anterior a la evaluación.
La aversión a los libros no es natural, es aprendida. Todo tiene que ver con la seducción. El mediador debe ser capaz de encontrar el punto débil del no-lector para poder encontrar algún producto que lo enganche en el vicio de la lectura. Luego, solo será cosa de tiempo, poder encontrarse con ese nuevo-lector en la biblioteca o en una librería.

No hay comentarios:

Publicar un comentario