sábado, 3 de agosto de 2013

¿Literatura infantil? ¿Literatura para niños? Literatura para mí. parte 1.

Hubo una época en la que leía mucho. No, no fue en la universidad. Tampoco en cuarto medio. Fue cuando estaba en la mitad de mi enseñanza básica. Leía varios libros al mes, mucho más de lo que podría hacer ahora. Tenía diez, once años y para mí la forma de reconocer a los libros para niños era por su portada, ya que esta indicaba que pertenecía a una colección apropiada para niños. Nunca me importó mucho la edad sugerida, solo leía libros de la colección Barco de Vapor de SM. Tenían distintos colores, blanca, azul, naranja, roja. De los blancos nunca leí uno, salvo La Bruja Mon, aunque hacía tiempo que había pasado la edad mínima, me lo pidieron en el colegio; lo leí en cinco minutos, hasta me lo aprendí de memoria, ya que mis padres me decían "léelo otra vez" cuando les decía que ya lo había terminado. Los que más me gustaban eran los de la serie naranja, incluso cuando ya "tenía edad" para leer los rojos, estos me parecieron aburridos. Además de estos, leía libros de la colección juvenil Zig-zag (esos de esas feas tapas azul verdoso).
En mi segundo colegio, en el que estuve desde cuarto hasta sexto, es donde tengo más recuerdos de lectura. Leí para el colegio libros como La Porota, Los PecososViaje a las estrellas, Ami el niño de las estrellas, Perico Trepa por Chile, libros de autores chilenos que me gustaron (aunque tenía sentimientos encontrados respecto a los dos últimos). Dos que leí pero que no disfruté fueron El Fantasma de Canterville (el fantasma no me gustaba para nada) y Mamire el último niño (nunca en mi corta vida había odiado tanto un libro, me costó muchísimo terminarlo). Los profesores no hacían pruebas de desarrollo aunque a veces teníamos que representar capítulos, ilustrar el libro nosotros, hacer fichas de personajes, etcétera. No tengo malos recuerdos de las evaluaciones.
Recuerdo que en quinto básico tuve que leer para el colegio cuatro libros de Papelucho. Me cargó. Odiaba a ese niñito desordenado, que decía que las niñas eran tontas. Me rebelé contra el sistema, leí los libros con desgano y me saqué unos cincos en las pruebas (las notas más bajas que había tenido hasta el momento...).
Entre tanto, leía libros por mi cuenta. Los conseguía en la feria o en el recién inaugurado Bibliometro. Me desconcertaba escuchar a las personas preguntarme "¿Para cuándo tienes que leerlo?" o las caras de angustia de mis compañeros al verme leyendo "¿Había que leer ese libro?" o "Ese no es el libro que hay que leer". Incluso el señor que vendía (aun vende) libros en la feria me preguntaba "¿Cuándo tienes la prueba?" cuando yo le pedía un libro. Entre los libros que leí por mi cuenta estuvieron Ami regresa; Mac, el microbio desconocido; Querida abuela, tu Susi; El pequeño vampiro; Cuentos de los derechos del niño; Érase una vez un hermoso planeta llamado tierra, entre otros. Algunos de estos libros aun conservo, otros los perdí (y los lloro).
Luego, a los once años conocí los libros de la saga Harry Potter. Hasta ese momento solo habían cuatro, los que leí en menos de seis meses. Al final de ese año nos pidieron leer el primero, el que tenía menos de 200 páginas: mis compañeritos y sus padres se quejaron de que el libro era demasiado largo. Yo no comprendía cómo decían eso, si yo leí el cuarto (que tenía unos 500 páginas). Al final, hicieron la prueba con el libro en la mano. Yo no lo consulté, me saqué un siete, aunque nadie me felicitó. Quedaba programado otro libro, Las brujas de Dahl, pero la profesora lo sacó, aunque yo ya lo había leído. Luego me cambié de colegio y mi feliz experiencia con libros para niños terminó.




No hay comentarios:

Publicar un comentario